Santo y Vanidoso Padre
La exhibición pública que hace el Papa de su estado de salud es un tanto impúdica, un martirio que se sigue día a día, una agonía en directo para asombro, deleite y aplauso de sus fieles seguidores, incluso de muchos que no lo son, que lo quieren inmortal y que rezan embelesados por su mejoría, cuando de acuerdo con sus creencias deberían sentirse felices de que llegue el momento en que Dios lo llamará a su vera. Sería más digno por su parte que viviese su enfermedad con humildad, en la intimidad, y dejase paso a otro representante de la Iglesia más capacitado para soportar la carga de una Jefatura de Estado absolutista, una Iglesia que asiste impotente a su empecinamiento y su calvario en busca de la santidad, de la demostración de que es el mejor Papa de la historia, en lo que hay algo de soberbia humana.
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